Imperiofobia y leyenda negra. María Elvira Roca Barea.

(La reseña a este libro la puedes encontrar aquí)

El Esagui nació en México. Soy mexicano. De padre Español y madre Mexica (no literalmente). Soy mestizo, la combinación de esa y más variedades de sangre.

Decir con tranquilidad lo anterior, dejando de lado el enojo que siglos de historia puede generar, no es fácil. Me costó infinidad de páginas en decenas de libros poder entender que somos una unión y, el más importante de mis aprendizajes: insultar al Español en español, es como escupir para arriba.
Nos guste o no, somos hijos de un parto doloroso, fruto de una concepción sangrienta. Podemos incluso tomar un bando y defenderlo hasta rabiar. Pero no podemos negar, y no deberíamos olvidar, que somos la fusión de esos dos contendientes. Quizá deberíamos aprender a evitar el dejarnos dominar por un pasado que… debemos dejar cicatrizar en santa paz.

Todo lo anterior, fue una síntesis de lo que divagué momentos antes de comprar mi siguiente lectura. Un escalón más para aprender más de nuestros orígenes como mexicanos.

 

Y es que sigo siendo un férreo defensor de la frase «quien no aprender de la historia está condenado a repetirla», puede que para este caso no sea precisamente «mi historia», sin embargo, y citano el título, la «imperiofobia y leyenda negra» sigue teniendo fuerte peso entre los que fuimos dominados por el imperio, ¡y sobre los dominadores!
El año pasado tuve la oportunidad de visitar Rusia. En ese interesante viaje coincidí con una linda española que por poco me mata cuando confesé que no tenía problema con la leyenda negra, y que incluso, no tenía problema con prácticamente todo lo denominado «La conquista». No les contaré como me fue cuando también confesé que tenía intenciones de algún día visitar Granada, en específico las tumbas de los Reyes Católicos, por la misma razón que ya visité el lecho de Hernán Cortés: fueron los responsables de una parte importante del origen de mi nación, y sentía la imperiosa necesidad de presentar mis respetos.

Fueron un par de cervezas, muchos kilómetros recorridos en tren, una charla deliciosa sobre cientos de temas… ¡hasta que fue interrumpida por un Ruso cabrón!
Hasta antes de la interrupción, comencé a aprender que los españoles se sienten aún más ofendidos, enojados  y llenos de disculpas por algo ocurrido hace cientos de años, que nosotros que los “padecimos”. Negándose a ver que era un «proceso» «natural», que dejó mucho más de lo que se llevó. Forjando así, un imperio que existe hasta nuestro tiempo: una lengua que gran parte del mundo habla de manera nativa, por mencionar solo el punto más importante.

De mi viaje me quedo con haber vivido, con mis cinco sentidos, 3 ciudades que muchas veces recreé en mi mente mientras leía su historia, conocía su gente y descubría sus calles, entre miles de páginas de libros de historia; verlas, olerlas, sentirlas… soñar en lo que fue y ver lo que es hoy ¡wow! Para un fanático de la historia eso fue orgásmico.
También destacar el conocer a esa gachupina cabrona que… aunque a punto estuve de traerla conmigo a México para que conociera lo que sus viejos conquistaron, la razón nos detuvo… pero el destino es cabrón y, justo ahora, se encuentra en playas mexicanas disfrutando las grandezas de este país.
Las discusiones con ella me dejaron más preguntas que respuestas, y como soy muy curioso, este libro es por eso, por ella, por la madre patria que algún día tendré que conocer, por entender a los españoles de hoy con sus traumas de ayer.