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Posts Tagged ‘Enrique’

Café Tacvba. Bailando por nuestra cuenta. Enrique Blanc

(La entrada inicial y reseña a este libro es esta única entrada)

Me sería imposible definir en qué momento tuve mi primer acercamiento con Café Tacvba. No soy capaz de recordarlo. Puedo verme en el pasado bailando y cantando sus canciones, incluso tengo imágenes de un par de conciertos de la banda, y ahí sí podría decir cuándo fue la primera vez que los «vi», pero ¿esa primera canción? No tengo la menor idea.

En algún momento, entre tantas repeticiones de sus canciones se me fue metiendo en las venas ese gusto por su música, poco a poco fui encontrando mis canciones; las que hice mías, las que canto con el mayor sentimiento, resentimiento o pasión, esas que traen imágenes a la cabeza. Eso es lo que hace a una banda, una buena banda. Una de mis favoritas y, escuchado múltiples veces recientemente, una de las mejores bandas mexicanas de todos los tiempos.

Curiosamente tampoco puedo recordar cuando y donde compré el libro, aunque puedo afirmar que fue motivado por la imperiosa necesidad de conocer más de ellos. Así como cualquier tema que me interesa, siempre estoy dispuesto a aprender más y mejor sobre él, así que simplemente quería conocer más de la banda. Quizá lo hubiera podido hacer con una buena charla entre cervezas con el buen chinostitlan(quién por cierto hizo una reseña para este blog de uno de los disco de Café Tacvba), pero chingao, parece que esos tiempo ya quedaron atrás. Lo que me obligó a ser un poco autodidacta en este tema del que desconozco mucho y mi única defensa, paupérrima por cierto, es «solo sé que me gusta. Aunque no sepa porqué».

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Fantasía – Perifoneo.

Nueva ciudad para mí. Abandonada hace poco más de 6 años, y en estos meses he intentado adaptarme a tan peculiar ritmo de vida. Es complicado. Tiene un fuerte defecto, hay mucho ruido. Ya ha provocados múltiples dolores de cabeza y un nivel estrés que pocas veces he sentido en mi vida.

Decidí hacer algo productivo con ello; ponerme a escribir al respecto.
Estoy intentando formar parte del equipo de trabajo del periódico local, así como lo fui en la anterior ciudad. Para lograrlo además de mostrar mi anterior trabajo añadí un par de ideas nuevas, entre ellas lo que verán aquí.
En dos secciones explicar la problemática local, una fantástica que, además de mostrar los extremos imaginables, atrape al lector y lo obligue a leer. Tomando en cuenta que en esta generación el exceso de información nos obliga a ser rápidos y concretos, escaneamos eso que buscamos y nos interesa en lugar de leer un articulo completo. Pues con está modalidad la idea es atraparlos en el relato para después, en el anexo a realidad manejar el asunto de manera más «seria»… más aburrido pero hay gente que así lo prefiere.

Así que les presento la primera propuesta lanzada al periódico local (aún no aceptada), tomadlo como un relato más de los que escribo aquí. Y como siempre espero sus comentarios, críticas y sugerencias. Solo soy un aficionado que le gusta esto y así, destrozandome, es la única manera en que aprendo a ser mejor. Espero contar con sus comentarios. Gracias.

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Juego de niños.

Una semana atrás conocí una interesante anécdota sobre los jóvenes de hoy, y carajo ¡me sentí muy viejo! Me sorprende las facilidades que tienen y la ceguera ante los problemas de sus acciones. Me tomó una semana asimilar, pensar, digerir todo lo que conllevaba esa peculiar e «inocente» anécdota. Esto es un destello de lo que pasó por mi cabeza, supongo será fácil distinguir lo real de lo imaginario, no me preocupe por maquillarlo mucho, quería sacarlo de mi sistema. Aquello, lo más trabajado sigue en mi cabeza a que me llene de paciencia y me ponga a escribir esa larga historia que estoy maquinando. Por lo pronto os dejo el siguiente relato, espero sus comentarios.

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Cantinero. Primera parte.

Una historia que llevaba pensando desde hace días. En un viaje un tanto largo e inservible donde tuve que estar pegado al volante unas 3 horas, di repaso a muchas nuevas y viejas canciones, entre ellas una que siempre intento recordar cuando mi tío toma la guitarra y en ese momento nunca puedo dar bien con la letra. Por eso, cada que la escucho, la repaso y la intento grabar en mi memoria, espero esta vez tenga éxito.
Una historia un tanto divertida y medio lúgubre que me dio pauta a más, no, mejor dicho quise imponerle una extensión mayor a manera de ejercicio y obligación a escribir y ejercitar la imaginación.

No sé a donde me lleve, no se que tantas entregas me tome pero trataré de llegar al final de la canción, todo sea por escribir y ejercitar eso de lo que algún día me gustaría vivir.
Aquí tienen la primera parte de «Cantinero».

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«El camión». Enrique Espejo Aguila.

Había dejado de escribir por razones que ni yo mismo comprendo. Lo extrañaba. Leer a King, la narración sencilla, la lectura fácil me recuerda lo mucho que me gusta y, algunas veces, me animo a recordar lo mucho que me gusta intentar escribir así. Viajar en autobús me a trastornado, son tantas las personas que «conozco», muchas las historias que se narran en esos últimos chismes del día, contados sin el menor pudor que, era inevitable montarlos todos aquí con un esos tintes negros que tanto me gustan a mi. Y como siempre, aunque a veces lo abandone lo suficiente como para que la palabra pierda sentido, os pido sus comentarios, críticas, recomendaciones y opinión sobre lo aquí escrito, soy un remedo de escritor que pretende… creo ser simplemente eso, un remedo de escritor. Pero consciente del constante mejoramiento me atrevo a pedirles ayuda, espero contar con su apoyo. Leer más…

Gelatina. Colaboración para «Letras Raras»

Letras Raras es uno de los maravillosos descubrimientos hechos a raíz de las redes sociales, en este caso en Twitter. Los encontré, francamente no recuerdo cómo pero de inmediato me atraparon con su revista semanal repleta de buenos e interesantes relatos, después descubrí que habían publicado un libro recopilatorio; no lo dude, me comunique con ellos y lo adquirí. Aprecio de manera desmedida la lectura y no se diga los proyectos que intentan acercarla a la gente en este país, es por ello que no me cuesta mucho decidirme a colaborar, en esa ocasión con dinero para comprar el libro y, ya con el valor suficiente, con algunos de mis relatos.

Al parecer algo bueno… o al menos algo no tan malo he de tener que al fin pude ver una de mis colaboraciones publicadas en su revista. Intentar describir la alegría sería muy complejo, me quedaría corto y no me creo capaz de poner en palabras esto que me embarga. Así que paso directamente al relato, con las mismas indicaciones de siempre, comenten, opinen, critiquen, destrocen, solo así aprendo y de verdad quiero aprender a hacer mejor en esto.

Nota adicional: Ahora que lo releí con la publicación, me di cuenta de infinidad de errores de distintos tipos, lo copio tal cual apareció en la revista por respeto a ella y el pésimo trabajo que hice al revisar mi obra. Aún así, no duden en señalar esos errores, soy de las personas que necesita muchos gritos para entender lo que a simple vista no capto. Gracias.

El relato tras el salto:

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Domingo en la playa.

La cerveza se ha acabado. Carajo esto no hubiera pasado de estar con alguien.
Al vecino le da por barrer su propia jaula y tengo que simular que bebo, no pretendo dejar de darle la espalda, ni siquiera por la vital necesidad del vital líquido, que regresaría la vida a este lugar.

 

-Sí, un cartón de cuartito. Sí, preparado, mucho hielo. A mi depa cabrón pero… a la azotea, busca el cuarto 10… ah mmm me lo apuntas ¿no? Ando bien quebrado.

 

Dejo que me escuche, creo haber impreso el tono suficientemente alto con tal de lograrlo. Ambos podemos estar enjaulados, prisioneros a la voluntad de una maquina pero yo estoy en la playa, con agua salada a mis pies, una última cerveza en mi mano, vacía, espero aún no lo sepa, y un cartón más en camino. No, no somos iguales. Ahora música. El celular comienza a sonar estridente, tan bajo como solo él puede, maldito.

 

Se fue, gané el juego de ignorarnos. 3 años en los departamento y sigo siendo el campeón invicto. Se largó en el momento justo, la espalda ardía, la garganta seca y yo como un idiota refrescándola con vapores alcohólicos ardientes ¡y la maldita agua ya no refresca!
¡Qué se pudra!
La maquina hacía tiempo que había terminado, ahora puedo liberarla de su carga y reemplazarla. Será un día largo cariño.
El vapor se eleva por el suelo al tocar el agua, húmedo, mojado, colores vivos en el suelo y una fresca brisa retoma la fantasía. Busco una nueva sombra, relleno la tina y la endulzo con dos puñados de sal comercial. Aquí es el momento donde tocan la puerta y mi tarde se vuelve perfecta. Culera vida, llevas años jodiendo mi realidad.

 

Edificios altos, más que yo. Encerrados dentro de sus cuartos acondicionados. ¿Acaso vas a la playa y no sales del hotel? Imbéciles.
Me levanto y frente a ellos, sosteniendo la mirada a la hermosura que descansa del sexo mirando por la ventana, para ella, por ellos, dibujo una línea con mi orina, la frontera de mi nación, prohibido pasar… cuando logro terminar una impresionante “S” la “P” y la “U” han desaparecido. Le sostengo la mirada al sol y su soberbia, levanto mi fría y deliciosa cerveza y le espeto “Puto”

 

La tercera carga finaliza y ya era hora, las palmeras perdían la batalla y su sombra se bate en retirada, se volvía necesario sembrar muchas más.
Mezclilla, mojada y aun escurriendo, el cartón va por la mitad y solo falta una lavadora más. Esto es vida.

 

Pizza, cerveza y… la muy perra en la playa. Aquí tiene a su pendejo. 3 días de pizza, de la misma pizza. No es record pero podría ser el comienzo de algo bueno. ¿Cuántos cartones debo? ¿A los cuántos se pierde el crédito? ¿Yo lo sabía? ¿Y la comida?

 

Otra invasión, en el folleto decía claramente playa privada. Al menos la visión no es tan obesamente desagradable.
Ya son un par de días que no se dejaba ver, vecinita… Cuando más la necesitaba, vecinita… Imagínense; una cama enorme, una soledad tremenda, una mano juguetona y una cortina que se niega a abrir, vecinita… Ya media semana y usted tan… solita… vecinita…

 

Ah que cabrona es la vida, todo llega en su momento y a veces hasta al mismo tiempo.
La lavadora, una idea, una erección, la culpa, la deducción, el olor, la inspiración y el valemadrismo siempre achacado al alcohol.

 

-Que bien huele. Apuesto que es de su cocina. Le cambio un taco por una cerveza, vecinita…

 

Enrique Espejo Aguila “Esagui”

Sí, la imaginación es cabrona, los últimos actores son más cabrones y te dan buenas ideas, perdido y encerrado en una azotea, solo faltaba papel y lápiz para que resulten una raras lineas.
Destrozadme señores, solamente así aprendo, dejen sus comentarios, críticas, opiniones, sugerencias, denme con todo.

 

El final del día.

La tarde, como el sol, caía pesada y trabajosamente dando paso a una noche que amenazaba con la ausencia de frescura.

Las piernas lastimadas se unían al coro quejumbroso dirigido por una espalda tostada por el sol, un cuerpo negro, cansado, exprimido. Un día normal de trabajo.

Caminaba por un parque invadido por niños risueños y joviales. Para ellos esas tardes eran cálidos días de verano. “No maduren, no pierdan el amor por las pequeñas cosas”. Le dije con la mirada a un pequeño que se aferraba a un más pequeño perro que luchaba por saltar y correr por el lugar.

Llegué a la esquina del parque, justo al final de la canción reproducida en mi viejo aparato musical. Dejaba atrás la jungla de colores con su verde predominante para cruzar la primera calle de muchas que forman a la jungla de concreto.

Los autos, veloces, devoradores del tiempo, preferían huir en estampida a dejar escapar un segundo a cambio de la seguridad de un sucio viejo.

Un destello, un rápido tono café cruzando mi mente. Una canción comienza a sonar pero no puedo oírla, mi sentido es arrastrado por la voz de un pequeño. El instinto levanta mi mano para hacerse notar y…

Encontré mi viejo reproductor en la esquina, aún sonando aunque no puedo ver qué, la caída volvió irreconocible la información en la pantalla. Descubro la mirada horrorizada de una mujer frente a mí, pasajera de un gran vehículo escruta mi rostro, lo toco, me contagio del cálido líquido, miro mi mano, sangrante, sin dolor, viva, cubierta de un rojo vivo desprendido de mi rostro.

Se veloz. Espero vieran mi mano levantada, no puedo comprobarlo, mis ojos se concentran en el niño y mi cerebro los hace girar un metro delante; el cálculo, la suposición. Mi cuerpo vuela a ese lugar y se estrella con el pequeño, lo envuelvo, intento saltar a la seguridad lejos de la calle pero las luces me gritan que fallé. Rígida la espalda, aflojo el abrazo, debe rebotar en mí. Miro el parque por última vez y cierro los ojos.

Mi rostro se enciende, la calidez inunda la mitad de mi cara, algo salió mal o muy bien, sigo en…

La mole toca mi cadera, intento avanzar pero en más rápida, ya va por mi espalda, algo salado llega a mi boca. No veo, no escucho, no siento, vuelo, llegó el momento.

La posición fetal que me trajo a la vida me saca de ella, con una vida entre mis brazos que me aferro a dejar aquí.

El frío cemento, lo siento.

El duro cemento, me rompe.

El suave movimiento, regreso.

Estoy solo.

La muchedumbre se acerca, es algo triste, terrible, un niño llora, vio a su amigo morir entre las ruedas de un feroz animal de la jungla. ¿Dónde está mi música? Dos semanas de medio sueldo y aún no lo termino de pagar, no lo puedo perder.

La sangre roja, cálida, vital, extinguiéndose con cada rayo de sol que la carcome, no es mía.

Difícilmente puede caminar, la gente no abre paso a un vejestorio, cansado, renco y con el rostro sucio. La conmoción está detrás de él, dos camionetas a mitad de la calle, un niño desconsolado y su mascota masacrada debajo de las ruedas. Una tragedia en la gran ciudad.
Mañana, el inicio de su ausencia laboral, entre gritos y ofensas por su irresponsabilidad será el último recuerdo que se tenga de él.

 

Enrique Espejo Aguila “Esagui”

Una noche de insomnio y repaso de mi día, la imaginación juega a desvirtuar y empeorar aquello que por fortuna salió bien.

«Una caricia». Enrique Espejo Aguila.

Las llamas danzaban seducidas por el viento. Los pasos me dolían, el aroma denotaba las miles de flores que eran para ti. Tenía que ser tan especial, debería hacerte sonreír.
No recuerdo haberme detenido, ni cuánto tiempo ha pasado. Tímidamente busco apoyos para volver a la realidad y te encuentro tan tranquila, sin mirarme.

Mi mano temblorosa encontró la punta de tu pie. Tu cadera la sorprendió renaciendo la torpeza juvenil. Nuestros hijos ahora adultos desgarraron mi mente al rozar tu vientre desgastado. Acaricie tu rostro angelical bajo el inevitable deseo de besarte. Vacilante, acerque mis labios –Te amo. Aún tengo que vivir un poco más.- Te besé y con el peso de los años en mi piernas me marche de aquel frío lugar

 

Enrique Espejo Aguila “Esagui”

Un interesante relato que me encontré mientras revisaba mis viejos archivos. Lo había enviado para un concurso del que al parecer resulto ganado y digno de ser publicado, pero me pedían una cantidad en efectivo para hacerme llegar mi ejemplar, nunca me convenció del todo. Por eso razón lo mande al fondo del baúl de los recuerdos y ahora lo retomo ¿qué les parece?

“La herencia” Cuarta parte. Enrique Espejo Aguila.

No me gusta hacer entradas tan largas y difíciles de digerir mientras te tomas un café. Es por eso que decidí mutilar este texto de poco más de 3,300 palabras. Observando la reacción de los lectores será la periodicidad con que aparezcan el resto.
Retomando viejas costumbres en este blog les pido me dejen sus comentarios, sugerencia, críticas de todo tipo o cualquier observación que puedan hacerme, soy novato en las letras y solamente destrozandome aprenderé.

Puedes leer el capítulo anterior aquí.

La herencia.
Cuarta parte.

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